Una reseña sobre un libro relevante:

“Las Metáforas del Periodismo: mutaciones y desafíos”

Eduardo Arriagada
8 min readAug 4, 2023

Adriana Amado nos entrega un ensayo basado en un repaso amplio e interesante que sirve para repasar las ideas que tuvimos y deberíamos mantener sobre una profesión que atraviesa un momento inédito de vulnerabilidad.

Para Amado desde el periodismo el cambio de siglo o de época se produjo en 2016 cuando Estados Unidos eligió a Donald Trump como presidente de Estados Unidos a pesar de que prácticamente todos sus periódicos recomendaron votar por su rival(p.37).

Desde esa incomodidad nos anima a “desmenuzar las metáforas asociadas al periodismo desde sus orígenes para tratar de entender si siguen siendo funcionales para describir la profesión o si son restos fósiles de dinosaurios que nadie vio”(p.45). La autora defiende la necesidad de revisar nuestras prácticas para mantener la misión que nos planteó Walter Lippmann en 1925 de “hacer visible lo invisible”(p.301).

Amado hace el análisis con la peculiaridad de ser al mismo tiempo una periodista activa en medios tradicionales y redes sociales como una doctora en comunicación que además realiza trabajo de investigación con el objetivo de publicarlo en revistas científicas. Por lo mismo el desmenuzamiento combina “las miradas cuando los especialistas hablan del periodismo” y las que tienen los periodistas cuando “hablan de sí mismos”(p.33).

Una ventaja de este libro respecto a textos ya clásicos del mundo anglosajón es que tiene una mirada más realista y completa del problema de la información. Una parte relevante de esos textos como de los análisis sobre el trabajo de la prensa se hacen pensando que esta profesión se desarrolla generalizadamente en los medios independientes idílicos de los que hablan algunas de sus metáforas. En el repaso de ellas Amado nos recuerda que mucho más de la mitad de la población del planeta solo se informa por periodistas que trabajan para empresas controladas por los gobiernos. No es anecdótico que este libro fue publicado en la Argentina cuna de muchas de las prácticas características del populismo contemporáneo en sus versiones tanto de izquierda como de derecha.

Al revisar las 15 metáforas de la profesión, aunque una iluminadora reseña de una amiga lingüista nos informa que el libro repasa 37 metáforas, Amado nos pasea por la de “contar una historia” que reúne al periodismo literario como al sensacionalista, la de “la libertad de prensa” hasta la “del mejor oficio del mundo”. En su repaso, análisis y discusiones muestra que comprende los matices profesionales como los riesgos implícitos en el asumir como válidas las habituales metáforas.

Para el lector periodista habrá menos sorpresas, si muchas afirmaciones polémicas. El resto de los lectores se sorprenderán de asomarse sin velos a la forma como los profesionales vemos el mundo de las fuentes oficiales de las que en parte ha dependido tradicionalmente el oficio de la intermediación periodística.

Al avanzar en el libro queda claro que está escrito por alguien que entiende lo que hoy esta viviendo el entorno informativo, más allá de aspectos evidentes que la diferencian de muchos colegas que siguen esperando que lo que vivimos de redes, algoritmos y pantallas táctiles sea un mal sueño, mientras la autora desde las primeras líneas asume lo digital como “una condición que los engloba y se expande a todas las etapas de la producción”(P.291).

Un aspecto valioso del repaso de las metáforas por parte de Amado es que al hacerlo ella sin lugar a dudas está en el bando de los entiende la relevancia democrática del buen periodismo independiente de los intereses de los poderosos, incluidos aquellos relacionados con los medios de comunicación.

Por eso no me molestó que planteara algo tan contra intuitivo como criticar una de las practicas más valoradas y elogiadas del periodismo contemporáneo: el trabajo de fact checking realizado por medios especializados. Al hacerlo nos recuerda que los mejores medios con la crisis renunciaron a realizar la práctica habitual de la verificación con los datos que contenían sus propios trabajos, para qué hablar de los de nuestras latitudes que solo supieron de ese trabajo por la descripción del trabajo de los pares del norte. Pienso que hay una invitación implícita a que ese trabajo sea asumido por los medios.

Al abordar ese tema dominante en la conversación actual, empieza relativizando nuestra traducción de la idea de “fakes”: “La rápida traducción como “noticias falsas” tampoco responde con precisión a la idea subyacente en ‘fake’, que se acerca más a “pseudo” en tanto no son en realidad falsas (en inglés ‘wrong’, ‘false’) sino simuladas, engañosas, falaces. Es decir que, más que un asunto de verdad, se trata de un tema de verosimilitud”(P.166).

Al criticarlas denuncia que muchas de las empresas dedicadas a ese valioso trabajo están aprovechando el mundo de la post verdad para evangelizar sus propias verdades. El libro recuerda que esas empresas como le sucede a los medios también tienen sus propios sesgos y líneas editoriales.

Amado deja en claro que el mismo tema de la desinformación está condicionado por nuestra forma de aprender lo que vemos del exterior, desde lo profundo de entender que “la discusión de las burbujas es la nueva versión de la teoría clásica del sesgo de confirmación que planteaba que preferimos exponernos a la información que refuerce nuestras ideas y evitamos las que las cuestionan”, hasta la idea clave de que “muchas veces la desinformación es una elección”.(P.163)

Incluso va más allá y relativiza el daño que tienen las actuales prácticas desinformativas: “como pasaba con las persistencias de las viejas teorías de la aguja hipodérmica, se trata de textos con más proselitismo que empirismo. Porque hace muchas décadas que la investigación confirma, estudio tras estudio, que los efectos son, cuando existen, apenas moderados”(P.164).

Personalmente creo que el acierto más relevante del libro de Amado es la comprensión de la necesidad de incorporar la conversación al campo profesional de los que hace poco solo trabajábamos en torno a mensajes. Amado recomienda que los medios incorporen como parte de sus responsabilidades las de seguir y alimentar las conversaciones que se dan en torno a ellos, cuando insinúa que en los medios hay que superar “la asimetría entre la emisión y los destinatarios de los mensajes”(p. 299).

En el prefacio que hace el periodista Carlos Guyot presenta este aspecto del libro recordándonos que al no hacerlo “los medios ignoramos de hecho la principal revolución del siglo XXI, la revolución de la participación”(P.23).

Con la valoración de la conversación Amado le entrega a los colegas una pista para enfrentar la crisis en que los ha dejado el haber perdido la posición dominante que tuvieron en el siglo pasado en torno al negocio publicitario. Cuando se incluye la conversación, propia del dispositivo donde la mayor parte de los lectores hoy se informa, ella entiende que es necesario ir mucho más allá de permitir comentarios debajo de las informaciones en las versiones digitales de los medios, “quienes manejan el lenguaje de las redes las entienden como parte de una conversación, mientras que quienes operan las redes desde el modelo masivo consideran los comentarios como otra publicación que se adosa a la principal”(P.282). La autora concibe como una oportunidad que ahora “el periodismo dispone del concurso de la ciudadanía en directo, participando activamente de la información pública”(p.301).

Lo anterior además de enriquecer el contenido tiene otros dos valores que también están en crisis: primero la audiencia que se torna en usuario al difundir en sus propias redes la información. “La idea de engagement para designar el involucramiento de las audiencias con la propuesta informativa, una medida más comprometida que la suma de clics. Entiende, por ejemplo, que una cosa es ver la nota y otra muy diferente es comentarla o llevarla a las redes para compartirla entre amigos y seguidores”(P.36).

Pero quizá lo más relevante de lo conversacional es que se trata de un aporte para enfrentar tanto el déficit de comprensión como la crisis de confianza dominante en el entorno de los medios actuales. Esto se explica porque a diferencia de muchos colegas Adriana Amado lleva años como usuaria de las redes sociales que describe y apunta a uno de sus valores fue dementares, conversación: “Las redes sociales proponen esa intimidad a tiempo real, acercándose más al carácter dialógico de las cartas o el teléfono que al modelo monológico, propio de la cuasi interrelación mediada”. (P.282)

Al asumir la conversación como parte del trabajo también nos queda claro que el camino que Amado anima a los medios a recorrer para solucionar su crisis pasa por mejorar su trabajo de escucha de los antes simples espectadores: “De hablar a escuchar, honrando la simetría de las redes con espacios genuinamente participativos para que los aportes sean parte del periodismo”.(P.300)

Al hacerlo va más allá de considerar estos ajustes como una necesidad de forma o comercial, ella entiende que también pueden ser una solución a prácticas que no terminan de funcionar: “El periodismo tradicionalmente enfocado en las fuentes institucionales tiene la oportunidad de mirar en directo a la sociedad y servirle en sus necesidades como nunca antes. Especialmente por la capacidad de monitorear en tiempo real los climas sociales y las tendencias”.(P.304)

Amado no propone un nuevo periodismo, simplemente describe lo que ve desde esa Argentina donde más se habla de la brecha que nos divide en todas las latitudes. La mirada del libro nos advierte de mediocridades profesionales que están invisibilizadas por la tolerancia que hemos desarrollado en estos tiempos de crisis. “En periodismo rige un principio maldito según el cual el éxito de un periodista solo consiste en ser leído y todo vale con tal de llevar al lector viciosamente embebido hasta el párrafo final”(P.278). Lo hace para subir la vara y recordar que al final, como siempre “el éxito de un periodista no consiste en ser leído sino en ser creído. La credibilidad es su único patrimonio”(P.280).

En resumen, “Las metáforas del periodismo, mutaciones y desafíos” nos ayuda a comprender mejor el periodismo con una visión actualizada sobre los desafíos y oportunidades que enfrenta la profesión. Lo hace provocándonos y reconociendo que no nos escribe desde otra certeza que el que nuestro trabajo necesita seguir mutando.

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Eduardo Arriagada

Profesor de la Facultad de Comunicaciones de la UC. Integrante del laboratorio Social Listening SoL-UC. Autor de #TsunamiDigital, premio iRedes 2016.