(Borrador para el video que tuvimos que mandar antes del Congreso)

Cinco oportunidades que deja la pandemia a los medios en crisis

Eduardo Arriagada
8 min readSep 16, 2020

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Buenos días, agradezco a la asociación por invitarme a integrar esta mesa con Virginia, Arsenio y Rosental. Creo lo que define lo que viene es la misma oportunidad de poder hacer en forma virtual este encuentro, y que -por ejemplo- algunos no hayamos tenido que viajar más de 15 horas en avión para estar junto a ustedes.

Aprovecharé este tiempo para compartir ideas en torno a 5 oportunidades que la pandemia le deja a los medios. Hablo de oportunidades dentro de un indiscutible contexto de crisis, de una crisis grave. Soy de los que asumo que deberíamos entender esta crisis como un desafío muy relevante que obliga a pensar en ajustes radicales en nuestra forma de trabajo para volver a hacerlo sostenible y poder mantener, incluso recuperar, nuestra independencia.

La palabra crisis viene del verbo griego Krinei, que significa separar, alude a separar lo secundario para quedarnos con lo fundamental. Demás está decir que lo que está en crisis es la capacidad de ejercer nuestro compromiso de dar a conocer la verdad que, desde siempre, está amenazado.

1) Trabajar en forma remota, más cerca de la calle

Muchos se han escandalizado por la decisión de medios relevantes de diversas latitudes que han anunciado que dejarán de pagar el alquiler de los edificios donde funcionaban hasta antes del Covid sus redacciones y están manteniendo parte del trabajo remoto en la nueva normalidad de la desescalada.

Durante la pandemia los periodistas han sido parte de los profesionales que han podido seguir trabajando a distancia, que han experimentado las luces y las sombras del trabajar alejados de la redacción y han descubierto, quizá con algo de culpa, que algo de el entorno virtual funciona. Así como no podemos dejar de patear la calle, muchos reconocen que hay cosas mas relevantes para nuestro trabajo que un buen sitio de oficinas, aunque no todas las casas permitían hacerlo un Starbucks puede ser una opción.

Quizá debemos asumir como un lujo menos habitual el entretenido y adrenalínico espacio de la redacción junto a los colegas y los computadores. Recuerdo la emoción de mi primer trabajo (en realidad pasantía)en la redacción en La Nación de Buenos Aires de los 90, allí a todos nos hacían empezar estando al menos un mes en la pecera donde llegaba el teletipo, aprender a estar conectado 24/7.

La otra cara del tiempo que destinamos a la redacción es cuánto estamos en la calle. Una crítica recurrente a los dispositivos móviles es que aunque nos conectan con los que nos importan o interesan nos aíslan de los que están junto a nosotros. Algo así sucede con las redacciones, estamos muy bien conectados con el planeta, pero a veces lejos de lo que pasa en la misma calle donde está nuestra redacción.

Quizás el momento de volver a experimentar el efecto que tuvo cuando hasta mediados del siglo pasado esas redacciones daban a la calle y los colegas convivían más con sus lectores, algunos en los bares. Nuestro móvil, como nunca, nos permite extender la conectividad 24/7 de la redacción a la calle.

2) Los datos nos permiten titular

Hubo un momento en que se habló de una especialización llamada periodismo de datos para referirse al trabajo de encontrar historias en los números o usarlos para contarlas. La pandemia nos ha obligado a experimentar de cerca esa a veces frustrante búsqueda de la noticia tras los datos. Parte fundamental de nuestro trabajo de control del trabajo de las autoridades en estos meses de pandemia ha pasado por la capacidad de entender y discriminar la evidencia relevante. Lo anterior ha sido otra oportunidad para entender las mismas limitaciones de los datos, en especial entender la debilidad que tienen los datos a pesar de que transmiten una siempre discutible certeza.

No se ustedes en España pero la verdad es que en Chile nunca tuvimos la experiencia de la verificación de un colega que revisara nuestros artículos para confirmar si estaban correctas las letras de cada uno de los apellidos de las personas mencionadas o la ubicación y dirección de un lugar especificado en la nota. Se trata de una práctica que debe ser adaptada para asegurar que el trabajo del profesional menos arropado fuera de la redacción no cuente exclusivamente con el apoyo externo de la pauta y la edición de su jefe.

Este tiempo de posverdad ha masificado también la técnica del fact-checking que pasó primero de la verificación de las declaraciones de las autoridades al mucho más masivo apoyo a nuestros lectores en el trabajo de verificación de los mensajes que les llegaban por sus redes personales. Ahora esa misma metodología debemos extenderla para permitir que nuestros colegas escriban con propiedad las historias de calidad por las cuales cualquiera estaría dispuesto a pagar, en especial ante la urgencia de diferenciarnos de lo que se comparte gratis en las redes.

Esta necesidad de publicar con mayor “seguridad” obliga a superar errores provocados por falta de conocimientos básicos de estadística, es urgente que todos los integrantes de una redacción aprendan a manejarse mejor en lo numérico, basta un taller, no se requiere un grado de ella si es que el periodista ya tiene una mente crítica.

3) El negocio es nuestra responsabilidad

Todavía me encuentro en las redes con periodistas que me dicen que les molesta que se hable en un mismo tuit de modelo de negocio y el buen periodismo. Ese divorcio se refleja en la situación económica que viven hoy muchos medios cuyo desarrollo ha sido manejado con criterios muy distintos al periodístico.

La definición de la rentabilidad de nuestro trabajo no se la podemos delegar a terceros, hasta hace poco todos llegamos a defender la existencia una pared entre la redacción y el resto de la empresa y nos alejamos de los resultados de la empresa. Eso ya no funciona.

Al menos hay que mover esa pared varios metros incorporando desarrolladores, diseñadores, creadores de productos y hacerla más porosa. Si hoy entendemos que socialmente es contraproducente que una empresa se defina solo con el objetivo de ganar dinero, tampoco es posible permitir que en una empresa periodística a sus mayores responsables no les importe el tema de la verdad.

Esta crisis requiere ajustes que deben ser liderados por profesionales que entiendan de lo relevante del negocio, de este compromiso con la verdad. No es casual que el medio sobre el que más conversamos para ver la salida del túnel, el The New York Times que tan bien conocemos gracias al trabajo de Ismael Nafria, haya tenido desde el 2012 en la cabeza de su administración a Mark Thompson un periodista con una larga carrera en Inglaterra. Se trata de un profesional que incluso desde la cabeza empresarial del NYT durante el 2016 publicó el libro que se editó España como “Sin palabras ¿Qué ha pasado con el lenguaje de la política? del que el Washington Post dijo que era un libro que muestra que Thompson “cree con devoción en la importancia de un inteligente y productivo debate público”.

Hace pocos días supimos que en su reemplazo el periódico promoverá a Meredith Levien, una de las contrataciones realizadas por Thompson, tampoco nos debería extrañar que aunque es una abogado siempre ha trabajado en medios y en su etapa universitaria trabajó toda su carrera en el periódico de su universidad. Cuando vuelvan a sus medios los animo a revisar cómo estamos por casa.

4) Potenciar la diversidad de nuestras redacciones

Ya antes del Covid, cuando nuestro trabajo fue tensionado por la masificación de explosiones sociales que aparecieron en el 2019 desde distintos puntos del planeta, el presidente de la asociación que reúne a los periodistas argentinos, Fopea, Fernando Ruiz, escribió sobre el buen periodismo y el cambio social.

En ese texto advirtió sobre el efecto de la falta de diversidad de las redacciones periodísticas. Mostró que el desencanto con la democracia y con nuestros medios en parte se debía a que el producto de nuestro trabajo estaba condicionado por ser un grupo demasiado homogéneo de ciudadanos muy urbanos y de clase media que, por ejemplo, reporteamos la pobreza como el corresponsal que sale a la periferia para luego volver a su espacio normal. Así como en Estados Unidos ya casi no existen las redacciones anglosajonas y masculinas y como a nivel global se ha avanzado en la incorporación de la mujer, tras esta pandemia aparece urgente asegurar la incorporación de los emergentes sectores populares, quizá como a nosotros en Chile en el caso de ustedes ese segmento seguramente debe incluir muchos migrantes.

Los errores en la cobertura de la pandemia también mostró debilidades en otro tipo de diversidad en la formación de profesionales de los grandes medios que afectó la capacidad de exigirle a los políticos eficacia en temas tan poco especializados como la salud y la educación. Debemos “agradecerle” a la pandemia que se haya recuperado la costumbre de que las autoridades se atrevan a exponerse en una conferencia de prensa real. Qué mal habla del estado de nuestras democracias el que hayamos llegado a extrañarlas. ¿Pero estuvieron en ellas los periodistas especializados en salud que las podían aprovechar en serio?

También nos penó la falta de una relación más habitual con los científicos, lo que se reflejó en la incapacidad de asumir que en esta crisis desde enero -al igual que nosotros- los científicos han estado aprendiendo y debimos aclarar con más seguridad el convencimiento de ellos de que no existían respuestas definitivas, en esta crisis incluso el experto estaba aprendiendo.

5) Tiempo para Apps

Termino con mi tema favorito, hace años que promuevo las pantallas táctiles como el futuro papel para las mejores historias. Dudo que tras este 2020 alguien siga matizando el valor de lo digital, pero muchos olvidan que pocos y en pocos momentos nos relacionamos con lo digital por computadores. Tras la pandemia es necesario hacerse expertos en los dispositivos móviles y las redes sociales que los hicieron tan relevantes, ya no podemos dejar de empezar a experimentar con las Apps.

Las redes ya son una obligación, los periodistas -como alguna vez hicieron los niños que voceaban en las calles los periódicos diarios y sus noticias- debemos convencer en la conversación con nuestras comunidades de las redes de la importancia de nuestro nota. En Twitter podemos compartir el borrador de nuestros trabajos, reportear delante de nuestra comunidad, que incluye a colegas de nuestras redacción como a los de otros medios que podrán aprovechar nuestras pistas. En estos meses gracias a esas mismas redes multiplicamos las fuentes, en el mundo sanitario a enfermeros, porteros, pudimos llegar a gente que era imposible acceder en forma directa.

Pero también debemos ser expertos en los móviles y sus aplicaciones. No podemos desaprovechar que estos dispositivos tienen su mayor fortaleza en la capacidad de trazar a sus usuarios. El primer celular inteligente con pantalla táctil perfecto para nuestros contenidos nació en el 2007, pocos meses después de que Facebook creo el muro que universalizó las redes. Ese primer dispositivo tuvo que ser fabricado por Samsung para Apple porque usaba 137 millones de transistores, pero el iPhone del 2019 ya tenía 8 mil quinientos transistores. Los contenidos de nuestras redacciones hasta ahora no aprovechan nada de esto, la mayor parte de nuestras empresas se contentan con de simples webapps que no aprovechan nada de la tecnología que tienen en sus dispositivos nuestros lectores.

Los que trabajamos en publicaciones periodísticas debemos asumir la necesidad de ser protagonistas en la defensa del control político de las plataformas. El futuro del buen periodismo se está jugando también la discusión que abierta hoy entre Apple, Basecamp, Wordpress, Epic, incluso con Facebook. En ese debate hoy los periodistas, como creadores de contenido, todavía somos irrelevantes.

(La mesa redonda fue posteriormente subida a la red)

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Eduardo Arriagada

Profesor de la Facultad de Comunicaciones de la UC. Integrante del laboratorio Social Listening SoL-UC. Autor de #TsunamiDigital, premio iRedes 2016.